lunes, 17 de septiembre de 2007

El debate sobre los medios...

A mí, que no creo en karmas ni tonterías de ese estilo, me llega una señal en forma de la última entrega (14 de septiembre) de la columna "Elitismo para todos" de Fernando Solana Olivares en Milenio, que recientemente denosté aquí ("El misticismo nuestro de cada día"), y que ahora presenta varias reflexiones excelentes sobre el vergonzoso debate sobre la nueva ley de medios... Para desagraviar -en caso de que haya agravio- a Solana por la crítica que hice de sus creencias esotéricas, reproduzco algunos párrafos de su columna:

Las pieles de oveja
Fernando Solana Olivares (Milenio Diario, 14 de septiembre de 2007)

...Ahora, como explican los sociólogos, es el mundo del homo videns donde las orwellianas, las omnipresentes pantallas de televisión y las redes de araña de los programas radiofónicos construyen consensos masivos e inducen preferencias ideológicas y opiniones políticas a escala planetaria. Su arrogancia es proporcional a su influencia, la cual, paradójicamente, no es tan profunda socialmente como se pretende. Eso fue llamativo por evidente en la confrontación televisada que tuvo lugar el martes 11 de septiembre entre los senadores que discuten, además de otras reformas, la reducción del financiamiento a los partidos y sus gastos en medios electrónicos, y diversos comunicadores y representantes del duopolio televisivo mexicano, quien decidió hacer una cadena “voluntaria”, según después sus noticieros le llamaron al enlace de frecuencias, para mostrar tan singular encuentro al país.

Desde luego nuestros senadores —con honrosas y precisas excepciones— no son sujetos muy recomendables, pero cumplen una representación pública que les fue asignada por la ley. Desde luego entre nuestros comunicadores –con honrosas y precisas excepciones– también habrá sujetos no muy recomendables, pero la función que cumplen no les fue asignada por ningún mandato popular. Dicha función es autoasignada, y ningún rating y ninguna encuesta bastan para convertirla en equivalente a la que cumple una legislatura constitucional.

Sin embargo, los términos están adulterados. Enarbolando un amago de censura a la opinión pública en los medios —producto de la redacción ambigua de un artículo del proyecto de reforma, redacción aclarada ahí mismo por el senador Monreal, conforme se entendió—, ciertos comunicadores como un retador señor Ferriz de Con, sobreactuado y antigramatical, cantinflesco y de voz tipluda —“la voz es el espejo del alma”—, se atrevieron a comparar su importancia opinativa con la importancia política del Senado mismo, apelando a una supuesta fuente popular común. Y si nos vamos a las mediciones entre el público consumidor, habrá dicho el vehemente Ferriz, nosotros ganamos. También habló un señor Azcárraga de edad avanzada, dueño de un sinnúmero de estaciones radiofónicas, argumentando que ese proyecto de reforma legal suponía una expropiación, él, un monopolista, es decir, un expropiador.

Participó luego un sobresaltado asesor de Televisa, incendiario y hasta grosero. A continuación una locutora de espectáculos preguntó si llamar guapo, feo o desviado a un gobernador la volvería perpetradora de un delito. “Intervención prístina”, diría de ella horas más tarde un analista de otro canal televisivo. El locutor estelar de Tv Azteca convocaría la defensa de la libertad y su exceso mejor que su restricción; López-Dóriga advertiría sobre la tentación autoritaria de la censura gubernamental contra la expresión crítica; Sarmiento mentaría la aburrición y el sesgo informativo de los tiempos oficiales en televisión. Etcétera.

Un martes en cadena nacional voluntaria y el mundo al revés. Los conspicuos representantes de los monopolios informativos, aun aquellos de elemental y precario lenguaje, demandaban de los senadores el respeto inequívoco e integral a la libertad periodística...

...Por otro lado, la monopólica televisión mexicana ha envilecido a la sociedad. La estupidización mental colectiva que representa debiera ser un asunto de seguridad nacional, y el mercantilismo extremo que practica supone una máxima enajenación social: que ya no existan ciudadanos sino consumidores...

En lo personal, y como mi amiga Estrella Burgos, opino que el debate provocó que las televisoras y los dueños de medios masivos de comuniación, la CIRT y demás, se quitaran la careta y se mostraran como lo que en realidad son: negociantes descarados, cínicos y aprovechado que quieren hacerse pasar por salvadores de la patria pero que sólo alzan la voz cuando se ven amenazados sus privilegios económicos... o el inmenso poder de manipulación que hasta ahora detentaban.


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